Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre.
Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. Juan 8.34-36
El pecado busca la manera de esclavizarnos, controlarnos, dominarnos y dictar nuestros actos. Jesús puede liberarlo de esa esclavitud que le impide ser la persona que Dios tuvo en mente al crearlo. Si el pecado lo limita, lo domina o lo esclaviza, Jesús puede destruir el poder que el pecado tiene sobre su vida.