"Y él (Abram) se llegó a Agar, la cual concibió; y cuando vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora. Entonces Sarai dijo a Abram: Mi afrenta sea sobre ti; yo te di mi sierva por mujer, y viéndose encinta, me mira con desprecio; juzgue Jehová entre tú y yo. Y respondió Abram a Sarai: He aquí, tu sierva está en tu mano; haz con ella lo que bien te parezca. Y como Sarai la afligía, ella huyó de su presencia. Y la halló el ángel de Jehová junto a una fuente de agua en el desierto, junto a la fuente que está en el camino a Shur. Y le dijo: Agar, sierva de Sarai, ¿de dónde vienes tú, y adónde vas? Y ella respondió: Huyo de delante de Sarai mi señora. Y le dijo el ángel de Jehová: Vuélvete a tu señora, y ponte sumisa bajo su mano. Le dijo también el ángel de Jehová: Multiplicaré tanto tu descendencia, que no podrá ser contada a causa de la multitud. Además le dijo el ángel de Jehová: He aquí que has concebido, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Ismael, porque Jehová ha oído tu aflicción. Y él será hombre fiero; su mano será contra todos, y la mano de todos contra él, y delante de todos sus hermanos habitará. Entonces llamó el nombre de Jehová que con ella hablaba: Tú eres Dios que ve; porque dijo: ¿No he visto también aquí al que me ve? Por lo cual llamó al pozo: Pozo del Viviente que me ve. He aquí está entre Cades y Bered. Y Agar dio a luz un hijo a Abram, y llamó Abram el nombre del hijo que le dio Agar, Ismael. Era Abram de edad de ochenta y seis años, cuando Agar dio a luz a Ismael." Génesis 16.4-16
"Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios." Lucas 18.27
Pese a que Sarai fue la que planeó que Agar tuviera un hijo de Abram, luego culpó a Abram por las consecuencias. Muchas veces es más fácil culpar a alguien de nuestros errores, que reconocer nuestra equivocación, y pedir perdón (Adán y Eva hicieron lo mismo: Génesis 3.12-13).
Sarai descargó su ira contra Agar (porque ésta la miraba con desprecio). El trato fue tan cruel que provocó que Agar huyera. La ira, especialmente cuando surge de nuestras propias fallas (nunca debió haber entregado su sierva a su esposo) puede ser peligrosa.
Agar estaba huyendo de su ama y de su problema. El ángel del Señor le aconsejó que regresara y se sujetara a Sarai. Debía rectificar su actitud hacia ella. El huir de nuestros problemas muy rara vez los resuelve. Es sabio regresar a ellos, enfrentarlos, aceptar la promesa de ayuda de Dios, corregir nuestras actitudes y hacer lo que debemos.
Hemos observado a tres personas cometer errores graves en este pasaje: Sarai que tomó el asunto (la necesidad de un hijo que los heredase) en sus propias manos, y dio una sierva a Abram (sin tener en cuenta que esa no era la voluntad de Dios); Abram, el que llevó a cabo el plan (sin considerar, tampoco, la voluntad de Dios) y que, cuando las cosas se complicaron, se negó a participar en la resolución de las mismas; y Agar, que huyó del problema (no reconoció que había despreciado a su ama y debía pedir perdón, y cambiar de actitud). A pesar de esta caótica situación, Dios demostró que siempre puede y quiere obrar a favor de sus hijos, y bendecirlos. Abram y Sarai, aún así, recibieron el hijo que tan desesperadamente anhelaban. Y Dios resolvió el problema de la aflicción de Agar, prometiéndole descendencia que no podría ser contada a causa de la multitud.
Ningún problema es demasiado grande para Dios, si disponemos nuestro corazón, y estamos dispuestos a permitirle que nos ayude.
"Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios." Lucas 18.27
Pese a que Sarai fue la que planeó que Agar tuviera un hijo de Abram, luego culpó a Abram por las consecuencias. Muchas veces es más fácil culpar a alguien de nuestros errores, que reconocer nuestra equivocación, y pedir perdón (Adán y Eva hicieron lo mismo: Génesis 3.12-13).
Sarai descargó su ira contra Agar (porque ésta la miraba con desprecio). El trato fue tan cruel que provocó que Agar huyera. La ira, especialmente cuando surge de nuestras propias fallas (nunca debió haber entregado su sierva a su esposo) puede ser peligrosa.
Agar estaba huyendo de su ama y de su problema. El ángel del Señor le aconsejó que regresara y se sujetara a Sarai. Debía rectificar su actitud hacia ella. El huir de nuestros problemas muy rara vez los resuelve. Es sabio regresar a ellos, enfrentarlos, aceptar la promesa de ayuda de Dios, corregir nuestras actitudes y hacer lo que debemos.
Hemos observado a tres personas cometer errores graves en este pasaje: Sarai que tomó el asunto (la necesidad de un hijo que los heredase) en sus propias manos, y dio una sierva a Abram (sin tener en cuenta que esa no era la voluntad de Dios); Abram, el que llevó a cabo el plan (sin considerar, tampoco, la voluntad de Dios) y que, cuando las cosas se complicaron, se negó a participar en la resolución de las mismas; y Agar, que huyó del problema (no reconoció que había despreciado a su ama y debía pedir perdón, y cambiar de actitud). A pesar de esta caótica situación, Dios demostró que siempre puede y quiere obrar a favor de sus hijos, y bendecirlos. Abram y Sarai, aún así, recibieron el hijo que tan desesperadamente anhelaban. Y Dios resolvió el problema de la aflicción de Agar, prometiéndole descendencia que no podría ser contada a causa de la multitud.
Ningún problema es demasiado grande para Dios, si disponemos nuestro corazón, y estamos dispuestos a permitirle que nos ayude.