"Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque yo conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto." Génesis 22.12-14
"Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión (perdón de pecados)." Hebreos 9.22
"... porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados." Mateo 26.28
"... Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre." Apocalipsis 1.5
Observemos el paralelo que hay entre el carnero ofrecido en el altar, como sustituto de Isaac, y Cristo mismo, ofrecido en la cruz como nuestro sustituto. Mientras que Dios detuvo a Abraham para que no sacrificara a su hijo, no libró a su propio Hijo, Jesús, de morir en la cruz. Sucede que, si Jesús no hubiera muerto, el resto de la humanidad hubiera perecido. Dios envió a su único Hijo a morir por nosotros, para librarnos de la muerte eterna (separación de Dios por la eternidad) que merecíamos, y en su lugar, darnos vida eterna ("Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." Juan 3.16).
¿Por qué el perdón requiere el derramamiento de sangre? Este no es un decreto que viene de un Dios sanguinario, como algunos han sugerido. No hay un mejor símbolo de vida que la sangre: ella nos mantiene vivos. Jesucristo derramó su sangre (voluntariamente, por amor, porque Él es Dios mismo), y dio su vida, por nuestros pecados, de modo que no tuviésemos que sufrir la muerte espiritual, que significa separación eterna de Dios. Jesucristo es la fuente de vida, no de muerte. Él ofreció su propia vida para pagar nuestra deuda, de manera que pudiéramos vivir. Después de derramar su sangre por nosotros, resucitó victorioso del sepulcro y proclamó su victoria sobre el pecado y la muerte. Tenemos garantizado, pues, un lugar en su reino, con la responsabilidad de mostrarle el amor de Dios a un mundo lleno de tinieblas. Que el Señor nos ayude a cumplir, con diligencia, con el último mandamiento que nos ha dejado: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura." Marcos 16.15
Recordemos que Él vive, quiere bendecirnos, y nos dará todo aquello que necesitemos (amor, valor, tiempo, deseos, palabras, ...) para que podamos cumplir con el mandamiento de predicar el Evangelio a toda criatura. Amén!!!
"Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión (perdón de pecados)." Hebreos 9.22
"... porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados." Mateo 26.28
"... Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre." Apocalipsis 1.5
Observemos el paralelo que hay entre el carnero ofrecido en el altar, como sustituto de Isaac, y Cristo mismo, ofrecido en la cruz como nuestro sustituto. Mientras que Dios detuvo a Abraham para que no sacrificara a su hijo, no libró a su propio Hijo, Jesús, de morir en la cruz. Sucede que, si Jesús no hubiera muerto, el resto de la humanidad hubiera perecido. Dios envió a su único Hijo a morir por nosotros, para librarnos de la muerte eterna (separación de Dios por la eternidad) que merecíamos, y en su lugar, darnos vida eterna ("Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." Juan 3.16).
¿Por qué el perdón requiere el derramamiento de sangre? Este no es un decreto que viene de un Dios sanguinario, como algunos han sugerido. No hay un mejor símbolo de vida que la sangre: ella nos mantiene vivos. Jesucristo derramó su sangre (voluntariamente, por amor, porque Él es Dios mismo), y dio su vida, por nuestros pecados, de modo que no tuviésemos que sufrir la muerte espiritual, que significa separación eterna de Dios. Jesucristo es la fuente de vida, no de muerte. Él ofreció su propia vida para pagar nuestra deuda, de manera que pudiéramos vivir. Después de derramar su sangre por nosotros, resucitó victorioso del sepulcro y proclamó su victoria sobre el pecado y la muerte. Tenemos garantizado, pues, un lugar en su reino, con la responsabilidad de mostrarle el amor de Dios a un mundo lleno de tinieblas. Que el Señor nos ayude a cumplir, con diligencia, con el último mandamiento que nos ha dejado: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura." Marcos 16.15
Recordemos que Él vive, quiere bendecirnos, y nos dará todo aquello que necesitemos (amor, valor, tiempo, deseos, palabras, ...) para que podamos cumplir con el mandamiento de predicar el Evangelio a toda criatura. Amén!!!