"Y siguió Jacob su camino, y fue a la tierra de los orientales.
2 Y miró, y vio un pozo en el campo: y he aquí tres rebaños de ovejas que yacían cerca de él; porque de aquel pozo abrevaban los ganados: y había una gran piedra sobre la boca del pozo.
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4 Y díjoles Jacob: Hermanos míos, ¿de dónde sois? Y ellos respondieron: De Harán somos.
5 Y él les dijo: ¿Conocéis a Labán, hijo de Nacor? Y ellos dijeron: Sí, le conocemos.
6 Y él les dijo: ¿Tiene paz? Y ellos dijeron: Paz; y he aquí Raquel su hija viene con el ganado.
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9 Estando aún él hablando con ellos Raquel vino con el ganado de su padre, porque ella era la pastora.
10 Y sucedió que, como Jacob vio a Raquel, hija de Labán hermano de su madre, y a las ovejas de Labán, el hermano de su madre, llegóse Jacob, y removió la piedra de sobre la boca del pozo, y abrevó el ganado de Labán hermano de su madre.
11 Y Jacob besó a Raquel, y alzó su voz, y lloró.
12 Y Jacob dijo a Raquel cómo él era hermano de su padre, y cómo era hijo de Rebeca: y ella corrió, y dio las nuevas a su padre.
13 Y así que oyó Labán las nuevas de Jacob, hijo de su hermana, corrió a recibirlo, y abrazólo, y besólo, y trájole a su casa: y él contó a Labán todas estas cosas.
14 Y Labán le dijo: Ciertamente hueso mío y carne mía eres. Y estuvo con él el tiempo de un mes.
15 Entonces dijo Labán a Jacob: ¿Por ser tú mi hermano, me has de servir de balde? declárame qué será tu salario.
16 Y Labán tenía dos hijas: el nombre de la mayor era Lea, y el nombre de la menor, Raquel.
17 Y los ojos de Lea eran tiernos, pero Raquel era de lindo semblante y de hermoso parecer.
18 Y Jacob amó á Raquel, y dijo: Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor.
19 Y Labán respondió: Mejor es que te la dé a ti, que no se la dé a otro hombre; estáte conmigo.
20 Así sirvió Jacob por Raquel siete años; y pareciéronle como pocos días, porque la amaba.
21 Y dijo Jacob a Labán: Dame mi mujer, porque mi tiempo es cumplido para que cohabite con ella.
22 Entonces Labán juntó a todos los varones de aquel lugar, e hizo banquete.
23 Y sucedió que a la noche tomó a Lea su hija, y se la trajo; y él entró a ella.
24 Y dio Labán su sierva Zilpa a su hija Lea por criada.
25 Y venida la mañana, he aquí que era Lea; y él dijo a Labán: ¿Qué es esto que me has hecho? ¿No te he servido por Raquel? ¿Por qué, pues, me has engañado?
26 Y Labán respondió: No se hace así en nuestro lugar, que se dé la menor antes de la mayor.
27 Cumple la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el servicio que hicieres conmigo otros siete años.
28 E hizo Jacob así, y cumplió la semana de aquélla: y él le dió a Raquel su hija por mujer.
29 Y dio Labán á Raquel su hija por criada a su sierva Bilha.
30 Y se llegó también a Raquel, y la amó también más que a Lea; y sirvió a Labán aún otros siete años." Génesis 29.1-30
Era la costumbre de ese tiempo que el hombre diera una dote, o un regalo importante, a la familia de su futura esposa. Esto se hacía para compensar a la familia, por la pérdida de la muchacha. Como no tenía nada en efectivo para dar, Jacob ofreció trabajar siete años para Labán, su tío y futuro suegro. Pero había otra costumbre en esa tierra, que Labán astutamente no explicó a Jacob. La hija mayor tenía que casarse primero. El darle a Lea, en lugar de Raquel, fue una estratagema (engaño) de Labán, para que Jacob, se sometiera, a otros siete años de duro trabajo. Cuando supo que Labán lo había engañado, Jacob se enfureció contra su suegro. Qué natural es para nosotros disgustarnos ante la injusticia que nos hacen, mientras cerramos los ojos (y el corazón) ante las injusticias que cometemos contra los demás. En este caso: se habían aprovechado del que se aprovechó de Esaú!!! Sucede que el pecado siempre se las arregla para atraparnos. En realidad, el Señor permite que sucedan estas cosas, para que seamos disciplinados. Jacob, seguramente, lamentó amargamente el daño que había ocasionado a su hermano. Y sucedió, que aun cuando Labán engañó a Jacob, éste cumplió estrictamente con su parte. Tenía que pensar en Raquel, y en el plan que Dios tenía para su vida, que se hubiera malogrado, si se hubiera marchado enojado de la casa de su tío.
Cuando nos engañan, en muchas ocasiones, puede ser sabio cumplir con nuestra parte del trato. Hurgarnos las heridas, o planear venganzas, impide mantener la comunión con el Señor y nos desvía del propósito que Él tiene para nuestras vidas.