37 El asunto pareció bien a Faraón y a sus siervos,
38 y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios?
39 Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú.
40 Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú.
41 Dijo además Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto.
42 Entonces Faraón quitó su anillo de su mano, y lo puso en la mano de José, y lo hizo vestir de ropas de lino finísimo, y puso un collar de oro en su cuello;
43 y lo hizo subir en su segundo carro, y pregonaron delante de él: !!Doblad la rodilla!; y lo puso sobre toda la tierra de Egipto.
44 Y dijo Faraón a José: Yo soy Faraón; y sin ti ninguno alzará su mano ni su pie en toda la tierra de Egipto.
45 Y llamó Faraón el nombre de José, Zafnat-panea; y le dio por mujer a Asenat, hija de Potifera sacerdote de On. Y salió José por toda la tierra de Egipto.
46 Era José de edad de treinta años cuando fue presentado delante de Faraón rey de Egipto; y salió José de delante de Faraón, y recorrió toda la tierra de Egipto.
47 En aquellos siete años de abundancia la tierra produjo a montones.
48 Y él reunió todo el alimento de los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto, y guardó alimento en las ciudades, poniendo en cada ciudad el alimento del campo de sus alrededores.
49 Recogió José trigo como arena del mar, mucho en extremo, hasta no poderse contar, porque no tenía número.
50 Y nacieron a José dos hijos antes que viniese el primer año del hambre, los cuales le dio a luz Asenat, hija de Potifera sacerdote de On.
51 Y llamó José el nombre del primogénito, Manasés; porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre.
52 Y llamó el nombre del segundo, Efraín; porque dijo: Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción.
53 Así se cumplieron los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto.
54 Y comenzaron a venir los siete años del hambre, como José había dicho; y hubo hambre en todos los países, mas en toda la tierra de Egipto había pan.
55 Cuando se sintió el hambre en toda la tierra de Egipto, el pueblo clamó a Faraón por pan. Y dijo Faraón a todos los egipcios: Id a José, y haced lo que él os dijere.
56 Y el hambre estaba por toda la extensión del país. Entonces abrió José todo granero donde había, y vendía a los egipcios; porque había crecido el hambre en la tierra de Egipto.
57 Y de toda la tierra venían a Egipto para comprar de José, porque por toda la tierra había crecido el hambre. Génesis 41.37-57
José no se enorgulleció de su posición, ni se aprovechó personalmente de su autoridad. Más bien, reconoció que fue llevado a ese lugar, para desempeñar una labor en beneficio de otros. Labor que emprendió inmediatamente. Pensaba más en su responsabilidad que en su dignidad. Primero recorrió toda la tierra de Egipto, para inspeccionar sus recursos y organizar el trabajo. Luego, cumplió en forma sistemática, las instrucciones que Dios le había dado.
Los nombres que José puso a sus hijos, indicaban que Dios le había mostrado su favor. El nombre Manasés (el que hace olvidar) demuestra que José había vencido la amargura. Era un testimonio de que Dios le había permitido olvidar: la tristeza que trajo a su alma el haber sido vendido por sus hermanos; y todo el trabajo de los años de prueba (primero como esclavo, y luego como prisionero). Esta fue, tal vez, la victoria más grande de su vida. Luego, llamó a su segundo hijo: Efraín (fructífero). Dios hace fructificar a los que saben perdonar y olvidar. Años después, Jacob declaró que José era como una rama fructífera, junto a una fuente (Gén. 49.22). José podía fructificar porque tenía sus raíces en Dios, sosteniéndose mediante la comunión con Él.
Que, como José, no perdamos nuestro contacto con el Señor. Que Él nos ayude a perdonar y olvidar todas aquellas injusticias a las que nos hemos visto sometidos. Recordemos que siempre Dios está en control de las situaciones. Y que nada sucede sin que Él lo permita, a los fines de hacernos aptos para su servicio. Que como José, no demos lugar al resentimiento, que anula, entenebrece. Sino, que el Señor, en todo momento, pueda usar nuestras vidas para su gloria. Que así sea!!!
38 y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios?
39 Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú.
40 Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú.
41 Dijo además Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto.
42 Entonces Faraón quitó su anillo de su mano, y lo puso en la mano de José, y lo hizo vestir de ropas de lino finísimo, y puso un collar de oro en su cuello;
43 y lo hizo subir en su segundo carro, y pregonaron delante de él: !!Doblad la rodilla!; y lo puso sobre toda la tierra de Egipto.
44 Y dijo Faraón a José: Yo soy Faraón; y sin ti ninguno alzará su mano ni su pie en toda la tierra de Egipto.
45 Y llamó Faraón el nombre de José, Zafnat-panea; y le dio por mujer a Asenat, hija de Potifera sacerdote de On. Y salió José por toda la tierra de Egipto.
46 Era José de edad de treinta años cuando fue presentado delante de Faraón rey de Egipto; y salió José de delante de Faraón, y recorrió toda la tierra de Egipto.
47 En aquellos siete años de abundancia la tierra produjo a montones.
48 Y él reunió todo el alimento de los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto, y guardó alimento en las ciudades, poniendo en cada ciudad el alimento del campo de sus alrededores.
49 Recogió José trigo como arena del mar, mucho en extremo, hasta no poderse contar, porque no tenía número.
50 Y nacieron a José dos hijos antes que viniese el primer año del hambre, los cuales le dio a luz Asenat, hija de Potifera sacerdote de On.
51 Y llamó José el nombre del primogénito, Manasés; porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre.
52 Y llamó el nombre del segundo, Efraín; porque dijo: Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción.
53 Así se cumplieron los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto.
54 Y comenzaron a venir los siete años del hambre, como José había dicho; y hubo hambre en todos los países, mas en toda la tierra de Egipto había pan.
55 Cuando se sintió el hambre en toda la tierra de Egipto, el pueblo clamó a Faraón por pan. Y dijo Faraón a todos los egipcios: Id a José, y haced lo que él os dijere.
56 Y el hambre estaba por toda la extensión del país. Entonces abrió José todo granero donde había, y vendía a los egipcios; porque había crecido el hambre en la tierra de Egipto.
57 Y de toda la tierra venían a Egipto para comprar de José, porque por toda la tierra había crecido el hambre. Génesis 41.37-57
José no se enorgulleció de su posición, ni se aprovechó personalmente de su autoridad. Más bien, reconoció que fue llevado a ese lugar, para desempeñar una labor en beneficio de otros. Labor que emprendió inmediatamente. Pensaba más en su responsabilidad que en su dignidad. Primero recorrió toda la tierra de Egipto, para inspeccionar sus recursos y organizar el trabajo. Luego, cumplió en forma sistemática, las instrucciones que Dios le había dado.
Los nombres que José puso a sus hijos, indicaban que Dios le había mostrado su favor. El nombre Manasés (el que hace olvidar) demuestra que José había vencido la amargura. Era un testimonio de que Dios le había permitido olvidar: la tristeza que trajo a su alma el haber sido vendido por sus hermanos; y todo el trabajo de los años de prueba (primero como esclavo, y luego como prisionero). Esta fue, tal vez, la victoria más grande de su vida. Luego, llamó a su segundo hijo: Efraín (fructífero). Dios hace fructificar a los que saben perdonar y olvidar. Años después, Jacob declaró que José era como una rama fructífera, junto a una fuente (Gén. 49.22). José podía fructificar porque tenía sus raíces en Dios, sosteniéndose mediante la comunión con Él.
Que, como José, no perdamos nuestro contacto con el Señor. Que Él nos ayude a perdonar y olvidar todas aquellas injusticias a las que nos hemos visto sometidos. Recordemos que siempre Dios está en control de las situaciones. Y que nada sucede sin que Él lo permita, a los fines de hacernos aptos para su servicio. Que como José, no demos lugar al resentimiento, que anula, entenebrece. Sino, que el Señor, en todo momento, pueda usar nuestras vidas para su gloria. Que así sea!!!