Recordemos siempre que el Señor nos ama, y quiere bendecirnos

Reflexión sobre Éxodo 16.1-3:
     El desierto de Sin era un ambiente vasto y hostil, de arena y piedra. Su esterilidad proporcionaba un lugar perfecto, para que Dios probara y moldeara el carácter de su pueblo.
     Y volvió a suceder otra vez. Cuando los israelitas se enfrentaron al peligro, a la escasez, y a las inconveniencias, nuevamente, se quejaron amargamente, y añoraron su vida en Egipto. Las circunstancias difíciles pueden causarnos ansiedad, angustia. Cuando eso sucede, nuestra respuesta natural es la queja. Los israelitas no querían, en realidad, estar otra vez en Egipto. Sólo querían que la vida fuera un poco más fácil. Con la presión del momento, no pudieron analizar la causa de su ansiedad (la falta de confianza en Dios).  Cuando llegue la presión a nuestro encuentro, resistamos la tentación de caer en la desesperación. En vez de eso, concentrémonos en el poder y en la sabiduría de Dios, que nos ayudará a tratar la causa de nuestra angustia. Recordemos que el Señor nos ama.  Que hizo lo máximo por cada uno de nosotros: dio su vida en la cruz del calvario. Cómo no nos va a dar lo que necesitamos, fundamentalmente, el Espíritu Santo (que es su presencia con nosotros, para fortalecernos, animarnos, bendecirnos) si se lo pedimos? Que Él nos ayude a abrir nuestro corazón y recibir esa ayuda que está deseoso de brindarnos, en todo momento!!!
 
 Texto bíblico:
  "Partió luego de Elim toda la congregación de los hijos de Israel, y vino al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto.
Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto;
y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud."   Éxodo 16.1-3